A ratos vuelvo a aquel momento.
Vuelvo, sólo, para intentar entenderlo.
Sin éxito alguno, porque tanta incomprensión,
guarda relación directa con que,
cada vez que vuelvo allí,
asalta, inevitable, mi manía de cambiar
aquello que ocurrió, pero yo no quería.
Así, inocentemente,
pongo palabras en tu boca,
(que, ni por asomo, dijiste),
te dibujo bocadillos de cómic sobre tu sien,
que piensan eso que yo quería que pensaras.
Te agrando las pupilas, de tal manera,
que fuera imposible vieras algo más que a mí.
Y sí, también finjo ser yo la que se va
y tú lo evitabas girándome y cerrándome la boca,
con la fuerza de tus labios.
En estos ratos que vuelvo,
nunca te vas.
Es cuando vuelvo a mi sofá,
que mis ojos se desbordan,
al golpearme la mejilla y
ver que no, que no estás,
que soy incapaz de cambiar nada,
y te fuiste, sin mi adiós.
En estos momentos odio y grito,
con mi despecho sobrevolando-te,
donde quiera que estés.
Lástima que sólo sea eso,
un rato.
Porque la mayoría de los ratos,
vuelvo y revuelvo ese momento,
que por no entenderlo,
me invento.
Así, una y otra vez,
me muevo entre idas y venidas.
Mira que no me acostumbro,
que siempre así es todo contigo,
hasta cuando no estás.
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