No sé si existe alguien
que haya salido
por la puerta grande
en una despedida.
Que deje atrás la piel
que le dio calor,
aunque hoy la rechace,
sin extrañarla.
En una despedida
se va parte de una vida,
ésa que apostó por algo,
que se dejó el corazón,
que lo intentó,
pero no se pudo.
Y aunque antes del adiós
haya malas formas,
dolores inmensos,
reproches, rencores
que destrozan lo que tocan,
no es fácil cerrar la puerta
sin volver la mirada.
El tiempo, duro enemigo.
Colocar todo tu cuerpo
en nuevas estanterías y espacios.
Volver a un caminar valiente
y saberte persona buena,
que tendrá que compartir peques
con aquella piel que le dio abrigo
en el frío de la noche
o si no se encontraba el camino
y, también, aquella que tanto ha dolido.
A veces una despedida,
se hace mucho más compleja
porque no va a serlo del todo.
Y la prueba de fuego
será poder re-encontrarse
y hacer crecer esas vidas,
que tanto lo merecen.