Ella abre las puertas del mundo a cada segundo, tan rápido como hace con los cajones.
Ella cruza el dedo corazón con el dedo anular cuando quiere que se la de algo. Este gesto es muy suyo.
Ella repite ma-má las veces que haga falta y más. Porque mamá es la solución a muchas cosas. Y ma-má siente una fuerza asombrosa y cuando nota que se desborda, siempre encuentra una sonrisa, un abrazo y un mamá que le conecta de nuevo con lo importante.
Ella derrumba muros cuando coge un cuento y hace que ma-má se siente para sentarse encima suyo, coge una manita y quiere que ma-má se lo cuente.
Ella campa a sus anchas por la casa y se queda quieta si la habitación está oscura y llama a ma-má o pa-pá para que se la enciendan.
Ella se cuelga una bolsa del brazo y se acerca a la puerta para irse a la compra, y vuelve a la cocina para meter un par de plátanos en la bolsa, tan contenta.
Ella aprende tan rápido que maravilla. Aprende de lo que ve y de pronto se la descubre repitiendo algo que ha visto que hacía su mamá o su papá y que en ese momento no se le dió importancia pero ella, atenta, lo captó.
Ella con sus ojos ilumina vidas, ¡qué manera de mirar! Deja sin aliento y se puede oír como el corazón de quién recibe la mirada late más fuerte, más vivo.
Ella se ríe y para la rotación de la tierra haciendo que quien la escucha solo quiera que esa risa no pare nunca.
Ella juega a no recoger y entonces llega el monstruo de la recogida a hacerle cosquillas. Llega tantas veces como quiera, hasta que se cansa y recoge. Sí con ayuda de su ma-má, porque la llama.
Ella disfruta con las fotos nombrando a su manera a todos los que aparecen. Su álbum de fotos le encanta y le encanta más si se lo cuentan con detalle.
Ella disfruta con las historias que le lee su pa-pá de noche.
Ella no duerme mucho no, y es verdad que su madre va agotada y a veces se desespera entre tanto despertar y luego se siente culpable.
Ella abraza piernas, abraza sueños, echa los brazos, apoya la cabeza en hombros, da besos, besos de gnomo y rasca manos por si pican...
Es tanto que tengo que contarlo en tercera persona para tratar de no llorar mientras lo escribo. Pero no lo he conseguido...