viernes, 16 de noviembre de 2018

Carta abierta a mi hijo/a no engendrado

Vaya por delante que espero que llegues.
Quiero abrazarte y sentir que mi corazón
estalla de tanto quererte.
Lo siento igual
cuando miro al que será tu padre.

La verdad es que ya te estoy queriendo
y solo estás en mi pensamiento.
Pero no puedo negar que al pensarte
se asienta en mi tripa todo miedo.
No es miedo a dejar de ser yo
o la pérdida de tanta comodidad.
Tampoco es pereza.
Qué va.

Mi miedo es a este mundo,
a las personas que tienen el poder,
al odio que, aunque tratemos de evitarlo
con la fuerza de los besos,
vas a encontrarte de frente.

Tengo miedo a tus daños,
ésos que nosotros mismos generamos
a base de tanta maldad,
egoísmo y crueldad
que hacen desear nuestra extinción
para que el resto de animales
vivan mejor.

Tengo miedo a que sufras
todo lo malo que nos acecha
por ser tan hipócritas,
que es lo que más somos.
Tengo miedo a no poder protegerte
de todos los males que algunos
malnacidos
llevan consigo.

Tengo miedo a que no sepamos hacerlo.

Pensarte
me inunda y me asusta.
Pero ganas por goleada
cuando resuena
la que será tu risa
y se lleva todo tormento.

Entonces,
cojo la mano a tu padre
y le propongo
que vayamos a buscarte.





sábado, 10 de noviembre de 2018

Quedamos absueltos

Estalló el corazón
mientras testificaba
en tu contra.

Fueron mil los pedazos
esparcidos por la sala
cuando te llevaban a la fuerza.

Todos lo vieron claro:
hasta echando pestes
contra tu boca
y enumerando todas
las razones para expulsarte,
mi corazón quedó destrozado:
culpable.

Jurado y jueza en mi cabeza
que, por una vez,
no cedieron paso
a corazón.
Se hizo fuerte, pisó firme
y expuso:
quien no te quiere
como mereces,
nunca lo va a hacer
por mucho que lo intentes.

Y pese al dolor,
lo más sabio
no es echar a nadie,
es coger tu corazón
en la mochila
y marchar decidida.

Que el dolor, calmará.
Porque así está escrito
en las líneas de la vida:
esto también,
pasará.