martes, 21 de abril de 2020

En la primera persona de los días grises

Imagen cogida de
aprendizajerecreativo.blogspot.com
Algunos días,
aunque vengan nubes
cargadas de balas directas
al pecho,
yo vuelo.
Y me imagino
salir, abrazarte, brindar
y comprar sin miedo.

Esos días, bailo,
aplaudo a quien se deja la piel,
y a todos los que,
pasándolo tan mal,
han vencido la batalla.

Otros días, sin embargo,
aunque trate de volar,
no
puedo.

Ay, esos días
también me reconozco,
y salen de dentro látigos
que vuelven con fuerza
golpeando
al corazón.

No encuentro la luz
de la calle
ni alivio en moverme y resistir.
Es la tristeza y la impotencia
que me hablan al oído,
llegando a lo más hondo,
con las personas que ya no están,
y las almas
rotas
de
dolor,
por tantas situaciones
que ni puedo imaginar.

Y yo, que
afortundamente
por ahora🙌,
cuando me quejo
es por no poder
salir con mi pequeña
y abrazar a mis padres
...

No tengo
perdón.


sábado, 18 de abril de 2020

Esta historia no es un número

Llegó la hora. 
Vienes conmigo.
No busques alrededor. 
Los que tenían que estar,
se duelen en casa. 

Mientras llega tu último suspiro,
deja a tus ojos llorar
y visualiza a quienes quieras,
que eso sí te lo permito.
Piensa algo bonito y duerme.
Con algo de suerte
no te dolerá la partida.
Ya no despertarás más.
Nos vamos.

Allí en su casa,
suena el teléfono,
y se contienen las lágrimas
apretando los dientes.
¿Cómo digerir esto?
El ser amado
se ha ido,
sin el apretón de tu mano,
sin tu beso en la frente
con el rostro aun caliente,
sin tu aliento,
sin tu amor cerca,
sin tu adiós.

¿Y ahora qué? 
Pues la historia no acaba aquí,
se hace aún más cruel, si cabe,
porque solo tres personas 
podrán velar el entierro.
Sin abrazos,
sin consuelos,
a dos metros.

¿Y después?
Habrás de pasar el duelo
como buenamente puedas,
pinchándote fuerte el corazón
cada vez escuchas a alguien
que se cree con "potestad" 
en la tele.
Doliéndote el alma
por el ser perdido
sin su justa despedida.
Imaginando sus últimos segundos
y pesándote 
en el cuerpo
la última vez,
cuando le dejaste en urgencias,
sin poder acompañarle dentro.
Pesándote 
cada vez que sonaba el teléfono.
Pesándote 
su recuerdo.

Lo macabro de esta realidad
ya superó toda ficción.
Lo cruel de esta realidad
debería bombardear las entrañas
de quienes mandan
y unirse todos por la vida
en la lucha
contra este maldito
virus.
Cerrar más la boca
y empatizar cada vez que 
la tengan que abrir.







miércoles, 15 de abril de 2020

Ocho meses y 6 horas

¡Qué te pillo!
¡Qué te pillo!
¡Te pillé!

Beso cada una de tus formas
en la que miras
y tocas
al corazón de esta madre
que late como nunca.

Beso tu manita,
las palmaditas en mi pecho,
los movimientos de tus dedos
y tus cinco lobitos.

Ese dientecito
que asoma puntiagudo,
me lo quiero comer,
y así acabar con tu malestar.

Me alucina
tu manera de lanzarte al plato,
de comer calabacín,
patata, brócoli,
pavo, pollo,
fresas o naranja,
y tu capacidad de beber
del vaso sin derramar
gota alguna.

Beso cada cosa que haces,
cada ruidito,
cada risita,
cada juego contigo.

Se me desborda el corazón
cuando tus brazos piden los míos,
cuando tus manos buscan el pecho,
cuando tus ojos paran en mí
con esa expresión,
con esa ilusión,
con esa cantidad de amor
que me deshace en mil pedazos
que solo tú recompones
para deshacerme otra vez,
y otra, y otra.

Porque cada día
contigo
es el mejor regalo.
Y repetiría cada momento
desde que llegaste
a nuestra vida.

domingo, 12 de abril de 2020

Desde el encierro - día 29 -

Niña en la ventana 1920
Aurelio Arteta Errasti
Mi balcón como único contacto
con la naturaleza.
Y gracias a que lo tengo.

Pareja e hija pequeña
en 68 metros cuadrados.
Y gracias a que están conmigo.

Espacios pequeños,
llenos de juguetes
que impiden el paso natural.
Y gracias, que los tengo.

Cocina demasiado justa,
para tanta despensa
y cacharros.
Y gracias, a que la tengo.

Padres que no salen de casa,
a ratos tristes, solos,
echando de menos.
Videollamadas constantes.
Ahorro obligado de abrazos.
Y, gracias, a que están sanos
y juntos.

Familia en la distancia,
hermana en el frente,
estas ganas contenidas de estar
en un mismo salón.
Y gracias, a que son, conmigo.

Alegría de sabernos bien.
Tristeza por cada historia truncada,
por cada nuevo ingreso,
por cada muerte
sin justa despedida.

Agradecimiento a tantos.

Impotencia ante lo que ocurre,
no soy más que un peón encerrado
que ha de conformarse.
Sin derecho lícito a quejarme.

Hay tantísimos seres humanos
a los que le duele tan fuerte
el corazón,
que solo quisiera abrazarles,
como abrazo a mi pequeña,
y poderles consolar
de la misma manera
que a ella.