No te culpes.
Lanzarse al vacío es cosa mía.
Soy yo la que decide lanzar
las ganas por los aires,
esperando que, por esta vez, las recojas,
expertas ya en reponerse
de los golpes contra el suelo.
Soy yo la que se olvida de ellas y,
aún moribundas, vuelven a intentarlo,
acabando con cualquier atisbo de cordura.
No es tu culpa que nunca se cansen,
saben que a veces suena tu flauta cuando,
quizá por pena o hambre, las recoges.
Mendigas de las migas que, sin momento exacto,
les dejas caer.
Ellas lo saben, así que tú, no te culpes.
Que si hay culpa de sentir, es solo mía.
Aprender me quedó grande y
la adicción a dolerse no vale dinero.
Intuyo que para hacerle frente,
tendré que empeñar el alma,
pero ¿a quién?
Quizá tú puedas recogerla
o hazla trizas ya.
Total,
será igual.
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