Septiembre, no me engaño,
tiene un sabor extraño.
Es la vuelta al cole,
el fin del verano,
la cuesta del mismo,
el despertador, que suena otra vez
como costumbre semanal,
la salida del armario del jersey,
la noche que llega antes,
la nostalgia del Norte,
la cesta de la compra,
el adiós a las terrazas,
las despedidas,
la vuelta a la rutina
-si tienes suerte de que te guste,
menos dura será-,
la cara de siempre
-la pose por defecto-,
el ordenador durante horas,
el culo, en la silla
y los atascos.
Es la vuelta a todo aquello
de lo que, feliz, has estado lejos.
A la vez,
septiembre trae el otoño,
los colores bonitos,
atardeceres intensos,
el dormir mejor,
acostarte antes
y abrazarte más, es antídoto
para el frío.
Es la vuelta a los planes,
a ver a los amigos,
a las agujetas,
retomar las aficiones,
dar forma a todo lo que pensaste,
es seguir caminando,
poder soñar con el próximo destino,
con el próximo viaje,
que puede ocurrir sin moverte de tu sitio.
Es la vida,
con la suerte de que tu reloj sigue
haciendo tic, tac; tic, tac.
A fin de cuentas,
hoy, que empieza septiembre,
con lo bueno -y lo no tanto-,
es oportunidad
de estar y ser
aquí y ahora.
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