Se acabó la impaciencia
de quererlo todo rápido,
de la espera ansiosa de lo próximo,
y de saltar de un jardín a otro,
sin apenas mirar.
La urgencia de los besos está desterrada
con el apremio por mudar de bocas.
Se marcharon junto a las intenciones de no quedarme.
Llegó el fin de la premura por sumar ombligos,
y por los rituales que establecí
como caretas a mi soledad.
Ya no hay carreras por contar primero,
ni por hacer cuentas de los huecos que dejaron,
aunque a veces, no lo niego, les de una vuelta.
El pasado tiene aliño sabroso,
que hoy es explosión sin metralla.
Ya no sé lo que es atropellar a la mañana,
ni la huida.
No me dicen ya hablaremos,
ni yo digo, si eso, si eso ya nos vemos.
Se esfumó la prisa de la noche
de pasar rápido por lugares ajenos.
Entró en mi vida, la calma
de aprenderte poco a poco.
Lentamente y sin cansarme,
pues nunca es suficiente.
Desde que llegaste,
te has llevado el ansia
de pasar fugaz por otras vidas.
Y, es, en la tuya
donde he encontrado un hueco,
imperfectamente perfecto,
hecho a mi medida,
para quedarme.
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