Son dos polos opuestos,
que saltan si se acercan,
soltando las chispas
sin importar lo que arda.
Estos polos opuestos
hace demasiado
que dejaron de atraerse.
Se saben peligrosos,
e incómodos por los años
y por los daños causados.
Son dos polos opuestos,
de los que yo sé muy poco,
solo intuyo lo que sus bocas callan
y lo mucho que pesan sus espaldas.
No han tenido otra opción.
No se pudo reiniciar
cuando los calambres
empezaron a llegar.
No pueden encender la tregua,
demasiado reproche acumulado,
exigencia y cansancio
que ya no llegan ni a alumbrar una vela.
A estos polos se les acabó el vino
y las rosas que marchitaron,
no volvieron a crecer.
Sabiendo lo que hay,
estos polos se aguantan
de la mejor manera que pueden.
Y se cuidan a su manera, cuando se desvelan.
Están y no se plantean no estarlo.
Pero,
a ellos, que poco se dicen,
se les encoge el alma,
cuando temen
la vida sin el otro.
Y yo, ingenua y desconocedora,
mejor me callo y me trago la llave mágica
de tratar de arreglar los rotos,
y me pongo con los míos.
Foto: Merkaba
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