miércoles, 9 de septiembre de 2015

Un buen vino

Con unas copas de vino los pesares se disuelven igual que el azúcar en agua.
Se hacen tan minúsculos que hasta puedes reírte de ellos.

Con unas copas de vino en buena compañía,
hablas de ellos con otra perspectiva,
los ves desde fuera, a lo lejos,
para darte cuenta de cómo les has cedido protagonismo,
magnificando tus esencias en ellos.

Con unas copas de vino, no hay quien pueda contigo,
piensas con nitidez, lo ves de pronto todo claro.
Tu mundo queda arreglado,
bajo tres risas, cuatro cigarros y esas patatas bravas.

Con unas copas de vino, duermes de un tirón
(que falta hacía...)
no existe desvelo nocturno
ni pensamientos absorbentes.

Con unas copas de vino, te despiertas algo aturdida,
con pesadez en la cabeza.
Te preparas el zumo de limón en agua tibia...
mientras aprecias que vuelven a tí los pesares poco a poco,
a recordarte que no, que no los hiciste desaparecer,
simplemente los mandaste un rato a los suburbios.

Es en ese momento cuando los miro,
los acojo desde la posesión, porque son míos.
No hay otra salida más que hacerse cargo de ellos
y no desfallecer en el arte de hacerles frente.

Copas de vino, aquellas...,
capaces de echarme de mí.


- Y, que nos quiten lo bailaooo (#siempre)-



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