sábado, 5 de septiembre de 2015

Los escenarios

Al abrirse el telón de mi función,
aparecen dos senderos en su inicio paralelos,
que luego se van alejando uno de otro.

El de la derecha, lo conozco bien.
Lo llevo recorriendo un tiempo 
-y podría ya hacerlo con los ojos vendados-.
Es un camino llano, sin grandes desniveles y 
sólo unas cuantas piedras que puedo esquivar sin esfuerzos.
Este viaje lo recorro con las ganas intactas,
con la seguridad que brinda lo bien sabido,
la tranquilidad que ofrece la llegada a sitio seguro,
y con la alegría de verte al final, esperando, para agarrarme y bailar al compás.

El camino de la izquierda, ¡ay! de este no sé nada.
Se vislumbra más oscuro, con curvas y escondrijos.
No puedo ver si hay un final, o si alguien asoma en el horizonte.
Lo observo y un escalofrío recorre mi ser, uno de ésos que te incita a querer más.
No lo siento como seguro,
ni bonito, ni sencillo. 
Y aún así, me atrapa, me encandila, me sonroja, 
puedo oír como susurra mi nombre.
Es el camino del que te despides, es la independencia que tanto me ha costado lograr,
el de lo "mío", el de no rendir cuentas,
el de otros cuerpos, el de la incertidumbre sobre qué encontraré,
el de la prueba constante, no saber a dónde vas llegar. 

En este dilema me cuestiono hasta a mí misma,
viendo las dos opciones, los dos recorridos.
Dudo por segundos, cuando menos lo espero y, sobre todo, cuando no estás.

Tras un rato (se me hace muy largo) recuerdo que la orientación nunca ha sido mi fuerte,
que me pierdo fácilmente y tardo demasiado en encontrarme,
que las flechas me señalan hacia donde dirigir mis pasos,
y viene tu voz despacio que me dice: "hagamos que esto dure" mientras me abrazas... 

Y se disipan las dudas y echo a andar.
Solo quiero llegar y bailar contigo.


-Y que no paren de salir las letras, las que sean #Muybonitoesto-

No hay comentarios:

Publicar un comentario