Al principio y al final
te quedas solo,
y todos se van.
Es tarea de uno mismo
aunque ellos quieran participar.
Estás tú frente a ti
y el abismo que el destino
ha puesto en tu caminar.
Cierras los ojos solo contigo
y solo contigo despiertas.
Tu revolución desde dentro.
Ellos se acaban yendo
y tú te quedas.
Con su cariño que resuena,
pero, al fin y al cabo,
solo.
Con tu historia,
con tus piedras,
con tu miedo,
con tu infierno,
con tu cielo,
pensando qué pasará
y cómo será
tanta incertidumbre.
Cuando se hizo la vida
faltaron cabos por atar.
¿Aquí cabría la fe?
Cada uno con lo suyo,
la soledad del nacimiento
y de la marcha,
y entre medias,
los años,
con sus soles y dolores.
Sabiendo que el final
es siempre el mismo,
yo me quejo
-sin esperar consuelo-
de su dibujo
y, sobre todo,
del que te ha tocado,
como a otros,
sin merecerlo.
Me quedaría contigo
y quisiera entenderte,
todo el rato.
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