Desde el sofá, ese, sí.
Ése tan cómodo con unas orejas enormes para apoyar bien mi cabeza
y desde el que puedo ver absolutamente todo, sólo moviendo las cuencas de mis ojos, con los pies en alto,
recostada casi totalmente y con un cojín en los riñones, la manta aterciopelada (que no rasque) y una tacita de café recién hecho....
Desde mi sofá se ve todo estupendamente.
Puedo ver a quienes no se ponen de acuerdo,
a niños que lloran atemorizados porque, sin ellos saberlo, les han robado la infancia,
a familias rotas,
a la muerte,
a egoístas, lunáticos, asesinos.
A la miseria, al hambre, a la codicia,
a la corrupción, la mentira, a la justicia que ya no sé qué es,
-porque si el karma se pusiera a repartirla... dime tú... ¿quién se salvaría?
(aunque igual el karma será el encargado de repartir más justicia que la propia justicia...
no se si me explico...qué lío)-.
a la violencia, gratuita en todas partes,
A la destrucción, al odio y a todos los que muchas veces cerramos los ojos,
a personas descalzas,
a quien no tiene trabajo y lo busca,
y a quien no lo busca también.
Al que trabaja mucho y le pagan poco,
(y viceversa)
y al autónomo que no llega, lo veo también.
A invasiones de campañas en las redes sociales.
También veo a quien esconde su cuerpo y su alma, pendiente siempre de los demás
(¿qué coño importan?) y a quien lo enseña sin pudores escondiendo las bondades y miserias que hay debajo de su piel.
Al que siempre agrada, a quien siempre grita, al narcisista, al quien no cesa de criticar, las miradas tristes,...
Al constante infeliz.
Sí, sí, veo incluso las dietas, las cremas, colonias, coches,
relojes, joyas, comidas, viajes, casas, hoteles,...
Al dinero, dinero, dinero... vendido como la felicidad.
Veo personas que no dicen nada y veo iconos qué ojala no dijeran lo que dicen.
A gente agresiva, gente que grita, frena y patalea en el coche a cualquiera que no pone el intermitente (que levante la mano quien lo ponga SIEMPRE...)
A cobardes que hacen daño a los más indefensos.
A personas que se quejan de todo aunque lo tengan.
A quienes les gusta mucho mirarse el ombligo y que solo saben hablar si es en primera persona.
Puedo ver a la envidia, que nunca es sana.
Veo la resignación, esposada a la tristeza
y la cárcel, y ésta que también lo es.
En el sofá me pregunto ¿y yo?
La respuesta es el asco,
por la suerte que tengo.
También me doy cuenta de que muchas veces me convierto en espejo de lo que ví desde el sofá,
apenándome sin derechos. Y quiero cambiar el mundo...
Dura unos días...
Y desisto, igual también como alguna vez has hecho tú, porque... dónde vamos solos a cambiar el mundo...
Tanto injusto para nuestra "justa" parcela.
El sofá... maldito. Porque al final, aunque lo intente, siempre vuelvo a verlo todo desde ahí.
#CríticasDelMundo
#CríticaAMiMisma
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