Lo noto dentro.
Quema.
Fuego en la garganta,
prisa en las entrañas.
Arde.
Busco su calma
mientras deseo encontrar palabras,
ésas exactas y brillantes
que hablen de lo que prende.
Y no soy capaz.
Solo siento las llamas
y el calor asfixiante
justo ahí,
entre los dos pulmones.
Solo impiden que saque mis alas,
que las deje saltar al vacío
aunque se estrellen y tache,
rompa y empiece de nuevo,
mil veces.
Es el enfado de la impotencia,
dibujada ahora en letras que no salen,
quizá por el miedo
de iterarse,
de sonar parecido
o de quedarse en la superficie
del profundo mar.
Esto no resuelve
mi pequeña combustión,
pero hablar de ella
igual la hace menor
y empieza a buscar salida.
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