viernes, 5 de mayo de 2017

Lo que da de si una mudanza

Adiós, me dices.

Y, de nuevo, mi salón lleno de cajas,
para volver a empaquetar el corazón.

Mira, 
en esta caja, voy a guardar los besos que me diste,
junto con los que yo quise darte,
pero me guardé.

Aquí, embalo las fotos.
Ésas que no volveré a mirar,
y las que hubiera repetido mil veces.

Las sábanas que removimos en esta otra caja,
junto con las que compramos por previsión
pero que ya no llegamos a utilizar.

En ésta pequeña, reposan tu cepillo de dientes,
tu crema de afeitar
y, cómo no, tu taza de café. 
Por si quieres volver a buscarlos,
o mejor, a usarlos.

Mis ganas y mi orgullo,
a buen recaudo los pongo aquí.
Con el "quédate" que me callé.

Juntos, pongo los reproches de las últimas noches,
a ver si hacen "migas" entre ellos.
También incluyo los "te quiero" que callé,
y tus "estoy cansado" que tragué.

Las verdades no dichas,...
bueno, ¡qué más dan ya!
Ésas, al desagüe van.

Tus excusas, las guardo bien cerquita,
para estar prevenida, 
no vaya a ser que otro las nombre,
si es que logro mudarme.

Todo el dolor, lo guardo en esta caja grande.
Sí, todo en una, que ocupa.
No sé si sabré abrirlo poco a poco,
sin escupir a quién se acerque, a la cara.

Las mudanzas del corazón,
siempre me lo han dicho,
necesitan su espacio
y su
tiempo.

Y me he quedado sin cajas. 
Y sin reloj.

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