Ya no me dueles más.
De rodillas en la habitación,
recojo con cuidado,
todos mis restos,
que han quedado esparcidos por el suelo.
Pero ya no me dueles más.
Mis manos tiemblan al unir las piezas,
que son ya "pan de cristal".
Extiendo la mano hacia la mesa
y, con el pegamento,
voy uniendo las que puedo;
intentando encontrar su sitio.
Que no, que ya no me dueles más.
A pesar de mi empeño,
descubro que no encajan igual,
y me vacío buscando parecido
con el original.
El destrozo ha dejado grietas
entre los propios trozos.
No insistas, que no me dueles más.
Ya tengo las piezas casadas;
que cuando me pongo, trabajo fino.
Reconozco todas las marcas,
las heridas que no cerraron.
Y con más fuerza,
te lo repito.
¡Ya no me dueles más!
Porque no puedo devolver a su sitio,
el corazón.
Porque ya no responde a su nombre.
Y porque,
-desconozco si es bueno o malo-
no me queda hueco
por doler.
Llegados a este punto y aparte,
quizá es cuando llega el turno
de pasar
el
duelo
que me dejas.
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