jueves, 18 de mayo de 2017

Cable a tierra

Un, dos, tres,
al escondite inglés.
Ya.

¡Te pillé!
¡Te has movido!
Vuelve a empezar.

Día tras día. Así.
La manada, cabizbaja,
sigue al que señalan como León,
moviéndose al son de su melena.

Leones, que no sólo hay uno;
y el grupo ha de venerar a todos.
Con blinkers en los ojos,
igual que los caballos de carreras.
Sin cuestionar y sin pensar.
Tan sólo trotar al ritmo que marcan
los golpes del estribo.

La manada focaliza y mira
allá, donde le dicen.
Y choca con los
baches que le ponen,
bien pre-meditados y colocados.

La manada no hace ruido,
y baila cuando le ponen música.
Además, es la propia manada la que regaña y castiga,
a cualquier cordero que quiera destetarse.

Nada ocurre, si los jefes no lo dicen.

No estamos en el siglo diez,
buena fe doy de ello.
Esta manada habla del siglo veintiuno,
habla de hoy.

Seguro ya sabes,
que la manada somos tú y yo.
Y los que se hacen llamar líderes...
bien los conoces también,
envueltos todos en billetes.

Y...
yo quiero mi cable a tierra.
Sé que lo tengo.

Un cable que me recuerda,
a veces,
que puedo hacer ruido,
que puedo ser libre,
que puedo sentirme bien,
que puedo ganar a los leones,
sin dejarme manejar.

Mi cable, me anima
a buscarme y alegrarme cuando me encuentro.
Me ayuda a aprender a quererme,
sin importar las miradas de nadie.

Este cable, no está en venta.
Si lo buscas,
verás que lo tienes dentro.

Solo hay que agarrarse,
y descubrirte.
Afortunadamente,
no estarás solo.

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