miércoles, 5 de abril de 2017

Las marcas de la piel

El dolor, dicen, que se olvida.
Y puede que tengan razón. 
Siempre me pregunto,
por qué nos volvemos a enamorar
tras intentar remontar el corazón, 
por las madres que siguen dando a luz,
y por aquél que desea pasar por quirófano,
otra vez.

Al final, debe compensar.

Llegados a este punto,
acepto que puede olvidarse el dolor,
pero no se atrevan a negarme, sus marcas.
Marcas grandes, con relieve,
y otras pequeñas y planas,
incluso con algunos colores
que van impregnando la piel,
señalando que, inevitablemente,
volverán a escocer,
hasta cuando ya no se espere.

Es la memoria que queda en la piel,
las marcas que pautan el caminar,
al cruzar un camino ya conocido,
o uno nuevo, que parece recordar a 
las piedras que quedaron atrás aquella vez.

Es la piel y su memoria,
la que se eriza, se asusta,
o se quiebra hasta en la voz. 
Es la memoria que no se olvida,
y que sí se siente intensamente,
capaz de esquivar, por miedo, otro dolor,
o, por el contrario, de empujar al abismo,
sin querer luchar contra el destino que, 
sin duda, 
dejará otra marca en la piel,

Y, así, 
vuelta
a
empezar. 




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