Es otra carga que
daña la espalda,
ataca al corazón
y empequeñece la razón.
Es un fantasma que persigue
que solo quiere que le sigas,
que tapes la penumbra,
los miedos, las faltas,
la tristeza, la ira,
la rabia, el dolor,
el día gris,
la lluvia,
la pena,
la nostalgia,
el invierno,...
y lo pintes todo,
de un brochazo,
de falsa sonrisa,
de arco iris,
de una engañosa alegría
que logre embaucar a todos,
que se contagien, como plaga,
y vean lo maravilloso que es,
esconderte en el estallido
del positivismo
que ni tú mismo te crees.
Sigamos haciendo lo que nos dicen,
sigamos enterrando lo que nos pasa,
sigamos negándonos por dentro,
sigamos con las puntillas como pies.
Y llegará el día que
no podremos manejar
tanta basura acumulada,
ni sabremos quiénes somos,
ni de nuestras huellas,
ni soportaremos el estallido
de un corazón que ya no bombea
de tanto que lo hemos aplastado.
Pienso que positivismo y optimismo
no son lo mismo.
Que el primero solo trata
de esconder el realismo.
Y me repito:
para, para un poquito,
que la sonrisa a veces sobra,
que quiero escucharme
para saberme entender,
aunque cueste.
Pero que no cunda el pánico.
Ante todo,
tranquilidad,
que siempre sale el sol...
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