Me ha llevado mucho tiempo
aprender que cuando más se aprende
es cuanto más te duele.
Una brecha en mi frente,
me enseñó que frenar de golpe la bici
en cuestas empinadas,
duele.
Que te eligieran la última,
para los equipos de deportes del cole,
duele.
Cambiar de casa y de colegio
a los 14 años,
duele mucho.
Querer mucho y mal
como 'adolescente de libro',
duele.
Las faltas de cariño
ante mi infinita exigencia
y los quebraderos del corazón,
duelen.
Que te olviden, duele.
Olvidar, duele.
Buscar salidas a la soledad,
duele.
El camino de encontrarte,
duele.
Y este dolor,
cada uno con su nombre,
que parece no pasar, pasa,
dejando un reguero de lecciones.
A manejar tu velocidad, a pararte más.
A jugar, a lo que sea, con todo ímpetu.
Que la amistad y el amor de verdad,
no dañan.
Que el cariño y las caricias a una misma,
ayudan a poner el espejo de tu lado.
Que no puedes obligar a quedarse a quien no quiere.
Que tampoco pueden obligarte a ti.
Que mis dolores que no olvido,
pero que ya no duelen,
me han llevado a todo lo que es hoy.
Que solo poniéndoles nombre,
pude enfrentarlos.
Que al enfrentarlos, me encontré.
Y que al encontrarme,
te encontré.
Y mi corazón queda contigo.
Ha valido todo la pena,
si al final dimos con nuestro baile.
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