miércoles, 27 de diciembre de 2017

El mal de compararse.

Todo es comparable.
Y todo lo comparable,
es candidato a despreciarse.

Vivimos en comparación constante.
De los demás,
y de nosotros mismos.

Compararse es trampa,
porque nunca iguala rasero.
O quedas por encima,
o te pones por debajo,
o te reafirmas en "tus trece".

Opciones que responden, siempre,
con un falso ego momentáneo,
que crees te hace sentir bien.

¿Por qué no valoramos sin más?
¿No sería lo justo, reconocer
y reconocernos?
¿Y nada más?
Si queremos mejorar, hacerlo.
Pero no porque otros luzcan mejor.

Mejor... peor... palabras a extraer del vocabulario.
Siempre alguien por encima.
Siempre alguien por debajo.
Qué manía la nuestra,
qué necesidad tan tonta de ordenarnos así.
Si todos somos distintos,
si el mundo esta lleno de distinciones para llenarlo de colores,
del color de cada uno.

Si todos, a fin de cuentas,
hacemos lo que podemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario