Si vuelves esta vez,
que no sea por la puerta de atrás,
que ya, por fin, me cansé
de encontrarte por sorpresa en el desván.
Si vuelves esta vez,
hazlo por la entrada principal,
pidiendo permiso al tocar el timbre,
igual que hacen los invitados
al banquete.
Es la única manera
de tener una oportunidad,
de dejarte pasar o no,
y no advertirte por sorpresa,
con todos tus enseres
desbaratando mi casa.
Si vuelves,
llama al timbre, por favor.
Muestra algo de valentía
y soporta mi mirada.
Si te voy a abrir igual;
incapaz de ajustar cuentas,
sin barreras que me defiendan,
ante tu llamada.
De esta manera, por lo menos,
parece que la decisión
es mía.
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