Por favor,
me traiga la cuenta,
cuando pueda.
Mientras, apuro el último trago de café.
Gracias.
Discúlpeme, verá usted,
no llevo suelto.
He de pagarle con una suma grande.
Ah, que no tiene cambio.
No se preocupe, estoy acostumbrada,
a menudo me pasa.
A fuerza de regalar, me quedo con muy poco,
y siempre acabo perdiendo.
En el platito, lo que me usted me dio,
que no ocupa ni la palma de una mano.
Sobre él, ajusto las cuentas
con la ilusión, las ganas
más el tiempo que dediqué
a esperar que me quisiera.
Cóbre-se de ahí.
No, no le dejo propina.
No me queda nada.
Hasta siempre
y gracias por el amargo café.
El próximo será en otro bar,
que espero,
no me cueste la vida.
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