Si me das dos minutos de tu tiempo, te cuento un cuento.
El cuento de la cocción a fuego lento
y de que todo sabe mejor si hay esmero en su preparación.
Habla de la tranquilidad de compartir-te,
y de dormir con tu brazo rodeándome,
de saberte en casa al llegar;
y el cuento de tu beso al despertar.
Es la historia de tu cuerpo sobre el mío,
como recita Marwan, pero ésta, sin saberse triste.
Es el cuento de tu mirada y de cómo desarma
las dudas que, a veces, sin sentido se encallan.
Es el cuento de la verdad, de la confianza y del deseo,
de los besos que llegan, sin más,
de cómo, inexpertos, construimos esta historia de dos,
con la primavera que explota si estamos tu y yo.
Es el cuento del camino compartido, el de los semáforos en verde.
La despedida de conjugar-te en primera persona,
el cuento de aprender, de ajustar,
de estar aunque no entiendas, de aceptar,
de la humildad de reconocer-te novato en el arte de sumar,
poner el empeño en avanzar y crear,
de crear este cuento que no acaba
y que guarda un as en la manga.
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