pero hay quiénes te hacen volver.
Lo hacen con el cariño
de quien compartió vida contigo,
crecimiento, juegos,
goles, canastas
y aquellos cumpleaños
con sándwiches de nocilla.
Vuelves cada vez que les ves,
y aunque las vidas hayan ido
por distintos caminos y lugares
están para recordarte quién fuiste
y las bases que sentaste a tu alma.
Están para que revivas,
que pudiste con todo aquellos años,
que nada era tan importante
como agotarte corriendo en el recreo
y que todo se pasaba jugando al balón prisionero.
Están para que sepas que el cariño
no cambia con los años.
Están para recordarte lo que fuiste con ellos,
lo que fuiste,
esa niña bonita que no dejas salir
muy a menudo.
Son también la historia de tu vida,
la que no quieres perder,
y la que,
aunque sea menos a menudo de lo que quisieras,
deseas tener cerca,
porque te gustas cuando estás con ellos.
Ellos son, mis amigos de la infancia,
mis amigos del colegio,
los pupitres, los campos.
Son la vida que ha pasado por la mía
y cada vez que nos juntamos,
vuelvo.
Es la suerte de poder reencontrarte
y mirarte con ellos, de frente.
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