Nadie te enseña
que la vida, duele.
Nadie te enseña,
cómo recomponer algo
que ya se ha roto
y lograr que quede intacto,
como si no hubiera volado por los aires.
Nadie te dice,
que por mucho que lo intentes,
no lograrás que quede igual,
si no que irás cosiendo, a fuego lento, parches,
débiles por momentos, que volverán a deshilacharse.
Nadie te enseña
qué hacer con el dolor del pasado,
que tiene la manía de acabar volviendo,
aunque sólo sea para recordarte que está ahí.
Nadie te enseña
que cuando creces no te haces más fuerte,
que valerse por sí misma ya duele
cuando te despides de la niña que,
en el fondo no quieres dejar de ser.
Nadie te enseña
a que un adiós no duela,
a que la indiferencia no haga mella,
a que no te duelan las prioridades de los demás
a que no mueras un poquito cada día.
Nadie te enseña,
a apreciar la vida;
en todos sus momentos,
aunque duela.
Nadie te enseña...
... y, sin embargo,
solo tú
puedes
hacerlo.
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