lunes, 1 de agosto de 2016

Lecciones de la montaña (y de un 3000)

          ...............(y lecciones también de vida)


Arropa bien tus pies
y, aunque brille el sol, incluye abrigo.
Y crema solar.
El agua no puede faltar
y algo para llevar a la boca, tampoco.

No soy un bosque cualquiera...
en cualquier momento cambio,
estallo en tormenta o el sol abrasador.

No llegues tarde.
La factura que llega por comenzar el camino tarde
no es de buen montañista pagarla.

Tengo barrancos, caídas libres,
tramos suntuosos, curvadas eses.
También tengo llanos y praderas,
y un cielo abierto asoma en las sombras que verás.

Empezarás la andadura enérgico,
vistas, verde, piedras, agua, gente...
¡Qué deleite para los sentidos!
A lo lejos... la cima.

Al paso de las horas lo que parecía sencillo,
se tornará, a ratos, insoportable,
tus pasos enlentecerán y dolerán tus piernas,
espalda y mochila
(no la física, si no la que todos llevamos puesta siempre).
Cada vez verás la cima más lejos.

Continuarás a tu paso cada vez más dudoso,
rescatando las razones imposibles de por qué lo decidiste.
Sacarás fuerza. Te mantendrás.

Los últimos metros aunque no parezcan llegar, llegarán.
La última subida, es la que quitará el aliento y a la vez, inflará.

Disfrutarás en la cima del éxito conseguido,
a todos les querrás contar.
Si pudieras te quedarías allí, viendo desde lo alto.
¡Qué sensación tendrás!
¡Habrá merecido la pena llegar!

Al dejar que lo exhausto se asiente en tus huesos,
por fin te darás cuenta que lo subido, ahora lo habrás de bajar.
Y, la bajada, seguramente se hará más larga.

Y oirás como resuena,...
Si subes, amigo, has de saber bajar. 

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Y aprendes: 

- De las miserias que te salen.
- A mandar callar a la cabeza.
- Los compañeros de viaje son imprescindibles.
- A conocerte en soledad.
- Lo estupenda que es la cima. Pero lo importante es el camino de vuelta.

- A embalarte.
- A frenarte.
- A explotar.


 Quizá también por esto #siemprevuelvo

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