Hoy quiero proclamar, sin reglas ni estándares, la Revolución.
La revolución de las miradas,
del #telodigotodo sin mover los labios,
la revolución desnuda y muda,
de las caricias y cuidados,
con el único arma -y alma- de compartir-te.
Hagamos la revolución y desafiemos a lo furtivo,
a lo rápido y sin-sentido.
Desafiemos al reloj cuando marca la hora de partir
con "cinco minutos" y tres besos de más.
Plantemos cara al egoísmo,
al cepillo de dientes solitario,
a la esponja sin pareja,
a los cajones sin previsión,
y a dormir en diagonal acaparando sin piedad la almohada.
Echemos de la cocina la comida para uno
y pongamos en la olla doble ración
de ilusión, de certezas y detalles
para que se evaporen el pensamiento único,
las corazas y la desesperanza.
La soledad -la que duele- caerá rendida
al ver sublevación tan hermosa,
que da portazo a los miedos y a las penas,
a las dedos no cruzados,
a las huidas rápidas y, también, le da de lleno a la monotonía.
Hagamos la revolución, la nuestra,
la de lo fácil y natural.
Hagamos la revolución, la más bella de todas,
declarando el asilo a nuestras faltas,
esta vez sin despedidas,
firmando la tregua con el olvido.
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