Estalló el corazón
mientras testificaba
en tu contra.
Fueron mil los pedazos
esparcidos por la sala
cuando te llevaban a la fuerza.
Todos lo vieron claro:
hasta echando pestes
contra tu boca
y enumerando todas
las razones para expulsarte,
mi corazón quedó destrozado:
culpable.
Jurado y jueza en mi cabeza
que, por una vez,
no cedieron paso
a corazón.
Se hizo fuerte, pisó firme
y expuso:
quien no te quiere
como mereces,
nunca lo va a hacer
por mucho que lo intentes.
Y pese al dolor,
lo más sabio
no es echar a nadie,
es coger tu corazón
en la mochila
y marchar decidida.
Que el dolor, calmará.
Porque así está escrito
en las líneas de la vida:
esto también,
pasará.
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