viernes, 20 de noviembre de 2015

A-tormenta-da

Querido niño/a sirio, palestino y todos los inocentes que sufrís la maldad de los adultos.
Querido niño/a que brutalmente te han arrebatado a tu padre/madre.
Querido niño que sufre en cualquier lugar...

Me gustaría poder explicarte por qué los mayores nos hemos vuelto tan locos. Desearía decirte que pronto acabará tu sufrimiento y animarte a que dentro de nada verás lo bella que es la vida y que te dolerán las mandíbulas de reírte a carcajadas.

Que todo lo que llevas a tus espaldas (que ni me imagino desde mi cómodo sofá) se esfumará tan rápido como lo hacen las balas, esas mismas que has visto hundirse en pechos ajenos, mientras tú corrías huyendo buscando mantener la vida. Que el miedo pasará y te invadirá la seguridad y la confianza en el ser humano.

Que tendrás las mismas oportunidades que tuve yo, de aprender, de jugar, de correr sin huir, de crecer, de enamorarte una y mil veces, de salir sin guardarte las espaldas, de equivocarte, de disfrutar del amanecer, de un buen paseo y del olor de una rosa.

Que la tierra es un lugar bonito...
Que la bondad se manifestará en las calles y plazas,
Que lo mejor está en las pequeñas cosas del día a día...
Que te sobrarán los abrazos, el cariño y los besos...
Que podrás trabajar, sostener una nueva vida en tus manos,
lejos de las bombas, de la guerra y del odio.

Me gustaría tanto... pero no soy capaz.

No puedo, porque ni yo entiendo cómo las personas hemos podido olvidar que la vida es lo único que tiene importancia. No entiendo cómo hemos llegado hasta aquí, dónde lo que prima son los intereses políticos, el dinero, las tierras, dioses varios, el acaparar, el ser más fuerte, el reclutar armas (y cuantas más mejor), dejar constancia de la diferencia, la abundancia a costa de que otros solo vean miserias..., Nuestros sistemas políticos y sociales resultan vergonzosos por la poca humanidad que muestran... La maldad y la codicia se han apoderado de la humanidad. Y tu, lo sufres.

Querido niño/a, la tristeza me invade. La falta de comprensión me pierde y me encuentro intentando hallar alguna excusa para justificar tanto odio, desprecio y crueldad. Pero no la hay, ni la habrá.

Hoy, querido niño/a, lloro contigo. Sufro contigo.
Pero no lo hacemos igual.
Porque yo lo hago desde este lado, injustamente más feliz que el tuyo.



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